Peludos animales salían de agujeros en la tierra, el primero
me tomó por sorpresa, siendo tan pequeña, nunca había visto tan extraordinaria
situación.
Así que corrí detrás de uno de esos pequeños mamíferos hasta
que lo atrapé entre mis manos.
Lo examinaba con extrema atención, cuando mi padre, se
percató del hallazgo y caminó hacia mí, me vio sentada en el pasto con el
animal en las manos y cuando le pregunté qué era, me contestó –Un topo- jamás en mis 5 años de inocente existencia, había
escuchado hablar de tan extraña criatura, tenía un hocico largo y garritas que
para mí, lo hacían muy parecido a un ratón, -¿Un topo? ¿Por qué nunca había
visto uno?- cuestioné a mi padre, era pequeña pero no quería que me tomaran el
pelo – Porque viven debajo de la tierra,
donde nadie los pueden ver- me respondió
paciente, seguro de que se avecinaba una lluvia de preguntas, así que se sentó junto a mí en el pasto y lo tomó entre sus manos –No salen muy a
menudo, porque han pasado tanto tiempo en la obscuridad que al pasar de los
años sus ojos dejaron de ver y ahora sólo creen en lo que pueden sentir y
tocar, o lo que otros topos les enseñan que es real, son huraños y agresivos de hecho es muy raro que éste pequeño amiguito se dejara atrapar- sonrió
y al dejar al pequeño topo en el pasto, me tomo entre sus brazos y continuó –En
la vida encontrarás topos, que no querrán salir de su madriguera, que se
acostumbrarán a vivir sin la luz del sol y aceptarán que no son capaces de vivir
en la superficie- Mi papá un hombre muy sabio me presionó contra su
pecho y concluyó – No debes sentirte mal por los que salen e intentan vivir en
el sol, aunque eso les lastime, tarde o temprano, se adaptarán y no les dolerá
tanto, siente lastima por aquellos que no quieran nunca salir del agujero-.