Le escribía una carta, cuando la tinta se terminó, debía
abrir un nuevo frasco, pero dónde podrían estar los repuestos, levanté la
mirada y de no haber sido por aquel obstáculo en mi actividad no me hubiera
dado cuenta de la hora, en la ventana una luna llena me observaba, miré hacia
mi teléfono celular y el reloj digital
indicaba la media noche.
La luz de la habitación titilaba de cuando en cuando,
reclamando la excesiva jornada laboral, apenas recuerdo haberme sentado a
escribir, 5 páginas por los dos lados explicando los motivos, quién diría que
serían necesarios 2 frascos de tinta para terminar la faena.
Me dolía el cuello,
la cabeza, los ojos me ardían, pero eso no era nada nuevo, era en esencia
la razón de nuestra separación.
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