Dio un trago a la botella y suspiró mientras escuchaba el
crujir de la madera, fue cuando sintió
sus mejillas húmedas y se dio cuenta que lloraba. Un hondo suspiro escapó de
sus labios.
Contemplaba cómo ardía aquella vieja casa, con una caja de
cerillos en la mano y una botella de Vodka en la otra, el olor a gasolina
ardiendo se percibía en el aire, y mientras estaba ahí parada frente a aquella
inmensa casa de madera que no tardaría en desplomarse, un triste sollozo se escuchaba, qué será se
preguntó, no se había percatado pero aquel lamento salía de su pecho, acompañado
de gruesas lágrimas que rodaban desde sus ojos.
Miró hacia un lado y de la nada apareció una figura exactamente igual a ella y se
encontraba contemplando aquel desastre, pero no parecía angustiada, al
contrario, reía a carcajadas y saltaba frente a la escena del crimen.
Sus ojos brillaban cual niña que acaba de hacer una travesura que estaba segura no sería descubierta.
–Está hecho, nadie sabrá qué pasó- no dejaba de gritar con tono malvado.
Sus ojos brillaban cual niña que acaba de hacer una travesura que estaba segura no sería descubierta.
–Está hecho, nadie sabrá qué pasó- no dejaba de gritar con tono malvado.
Mientras lloraba de angustia y desesperación, sabiendo que
lo que había pasado cambiaría el rumbo de su historia y que todos aquellos
bellos momentos no volverían, no podría estar de nuevo sentada cómodamente en
aquel sillón, no podría beber café mientras observaba el tiempo pasar por la ventana, la casa estaba
destruida, la casa desapareció, había muerto, y con ella... él.