Guardaba dulces en las bolsas de
su pantalón, una moneda de 5 pesos y una liga por si le daba calor, no le
importaba en realidad si se veía despeinada o no, buscaba más bien la
practicidad.
De vez en cuando hurgaba en sus
bolsillos, sacaba un chocolate y mientras lo introducía en su boca, miraba al
cielo y se columpiaba en aquella vieja llanta que colgaba del gran árbol de su
jardín. No se concebía más feliz que en
aquellos momentos en los que se mecía en aquel columpio improvisado y se
adentraba en sus pensamientos, donde todo podía pasar.
Viajaba a cualquier lugar que le
pareciera interesante, aún aquellos que sólo fueran reales para ella; países
donde todos se conocían, dónde nadie se sentía solo, dialogaba con cualquier cantidad
de personajes, que en el fondo sabía, todos eran ella misma queriendo salir, en
sus diferentes facetas.
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